El término antipsiquiatría sirvió para designar un movimiento político de impugnación radical del saber psiquiátrico, que se desarrolló entre 1955 y 1975 en los Estados donde se habían institucionalizado la psiquiatría y el psicoanálisis como saber regulador de
la normalidad y la anormalidad. Se inició en Gran Bretaña, con Ronald Laing y David Cooper; y en los Estados Unidos, con las comunidades terapéuticas y los
trabajos de Thomas Szasz.
Conviene recordar que en los años 1930 se introdujeron varias prácticas médicas controvertidas, incluyendo la inducción artificial de convulsiones, por medio de electroshock, insulina y otras drogas, o la sección quirúrgica de porciones del cerebro (lobotomía cerebral
o leucotomía). Ambos procedimientos se usaron ampliamente en
psiquiatría, pero hubo mucha oposición basada en cuestionamientos
morales, efectos nocivos o mala aplicación técnica. En la década de los cincuenta se diseñaron en laboratorios nuevas drogas, especialmente el antipsicótico clorpromazina,
las que gradualmente suplantaron a los tratamientos más controvertidos.
Aunque inicialmente se aceptaron como un avance, pronto hubo también
oposición, debido a los efectos adversos observados tales como la disquinesia tardía.
Los pacientes comúnmente se oponían al tratamiento, rechazando la
medicación psicofarmacológica, o, sin declararlo, simplemente no tomaban
las drogas cuando no estaban directamente supervisados por el control
psiquiátrico.
Los abusos psiquiátricos cometidos en la Unión Soviética también condujeron al cuestionamiento de la validez de la práctica psiquiátrica en Occidente.
En 1962 David G. Cooper inicia una experiencia innovadora en hospital
psiquiátrico de Londres. En una unidad, el pabellón 21 se buscó cambiar
el rol tradicional de los médicos y los paciente, a la vez que analizar
la interacción grupal y familiar en la esquizofrenia. De los 42
pacientes todos salieron de alta antes de un año sin haberse utilizado
shocks insulínicos o electroshocks o dosis altas de medicamentos. Un año
después sólo el 17 por ciento fue reinternado, siendo de todos modos
una cifra menor a lo acostumbrado. En base a esta experiencia publicó en
1967 "Psiquiatría y antipsiquiatría". Allí denuncia el proceso de
invalidación que sufren los pacientes por los entonces habituales
tratamientos psiquiátricos, e incluso con la nominación de
esquizofrénico. La internación en manicomios es la máxima violencia que
se puede operar sobre un esquizofrénico.
Cooper y otros antipsiquiatras fundaron la institución Kingsley
Hall (1965-1970), en donde los supuestos enfermos podían realizar
libremente sus "viajes" regresivos. Para Cooper hay un proceso de
rotulación en la identificación del enfermo mental, y a esa rotulación
se llega después de la invalidación de actos y experiencias de esas
personas que en realidad expresan una situación de crisis microsocial.,
es decir crisis intrafamiliares. En 1971Cooper publica "La muerte de la
familia" en donde denuncia a la institución como heredera de la
tradición esclavista, propone su eliminación y preconiza la libertad
absoluta, entre otras cosas.
En los años setenta el movimiento antipsiquiátrico estuvo involucrado en
movimientos como el de los derechos de las personas homosexuales, que rechazaban la clasificación psiquiátrica de la homosexualidad
como una enfermedad mental. Hasta 1974, la Asociación Psiquiátrica Americana, y tras una fuerte controversia, no decidió por una ligera
mayoría (58%) eliminar la condición homosexual como categoría de enfermedad.
También hubo oposición al incremento de nexos entre la psiquiatría y las
corporaciones farmacéuticas, las cuales se volvían cada vez más
poderosas y, según se decía, tenían una influencia no justificada y
solapada sobre la investigación y prácticas psiquiátricas.
Básicamente el movimiento antipsiquiátrico cuestiona que la psiquiatría use herramientas y conceptos
médicos inadecuados, «medicalizando» problemas que son de índole
social; que trate a los pacientes contra su voluntad, siendo demasiado
dominante en comparación con otros enfoques; que esté comprometida por
nexos económicos con las compañías farmacéuticas; y que utilice sistemas
categoriales de diagnóstico que estigmatizan a las personas, entre ellos el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM), o la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE).
La antipsiquiatría se opuso a la institución de los hospitales
psiquiátricos, para sustituirlos por una red de instituciones comunitarias
de apoyo. Este enfoque postulaba poner en el centro de todo el respeto
de los derechos de los pacientes psiquiátricos, quienes debían ser
vistos en primer término como personas y no únicamente como portadores
de una mente enferma. El principal exponente y líder de este movimiento
es el psiquiatra italiano Franco Basaglia. La antisiquiatría se sitúa en el ámbito de los movimientos y enfoques
psicosociales y sociopolíticos de salud mental, y tiene una
recepción académica relativamente amplia en el ámbito de las ciencias
sociales.
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