jueves, 28 de noviembre de 2013

Leolo. Análisis fílmico.

 

 Ficha técnica: Título original: Léolo
Año: 1992
Duración: 107 min.
País: Canadá
Director: Jean-Claude Lauzon
Guión: Jean-Claude Lauzon
Música: Richard Gregoire
Fotografía: Guy Dufaux
Reparto: Maxime Collin, Gilbert Sicotte, Ginette Reno, Julien Guiomar, Giuditta Del Vecchio, Denys Arcand, Pierre Bourgault, Andrée Lachapelle, Yves Montmarquette
Productora: Coproducción Canadá-Francia; Les Productions du Verseau / Flach Film / Le Studio Canal Plus
Género: Drama | Infancia
Sinopsis:
Léolo es un niño que vive en un humilde barrio de Montreal, atrapado en una sórdida existencia. Cada noche intenta evadirse por medio de los recuerdos, los sueños y su desbordante imaginación, pero la cruda realidad familiar interrumpe siempre sus fantasías: tiene un padre obsesionado por la salud intestinal de toda la familia, un hermano culturista que vive preso del miedo, dos hermanas que padecen trastornos mentales, un abuelo a quien nadie presta demasiada atención y una madre enorme que domina el microcosmos familiar. (FILMAFFINITY)


En clase, vamos a ver y analizar la película apoyándonos en el libro de Jesús González Requena y Amaya Ortiz de Zárate,  Léolo. La escritura fílmica en el umbral de la psicosis, 1ª edición: Ediciones de la Mirada, Valencia, 2000.
Os dejo, a continuación, con el prólogo del libro:

Prólogo:
No son pocas las películas que han escogido la locura como tema central de sus argumentos. Pero, en la mayoría de los casos, todo ha quedado en eso: en la construcción de narraciones sensatas, razonables, sobre personajes locos. Relatos tan razonables, por lo demás, como los asesores psiquiátricos y psicológicos que han colaborado en el proyecto -de hecho, en las últimas décadas cierta doxa psicológica se ha entroncado en el sentido común de la modernidad.

Ante ellas el espectador, si atisba esa temática que tanto le intriga, sabe a la vez que cuenta con las confortables garantías protectoras del discurso sensato, concienzudamente psicológico, que todo lo explica y lo motiva: todo resulta, así, acotado como patología del otro, el enfermo, ese ser sin duda desdichado pero a la vez tan diferente a nosotros que lo observamos -y de ese nosotros participan, sin duda, tanto los espectadores como los cineastas, compartiendo unos y otros la distancia, cauterizada por el discurso del buen sentido y de la psicología, que nos separa del loco.

Sucede así que la enunciación de esos films en nada participa de la locura que describen: por el contrario, se convierte ella misma en la mejor garantía de esa distancia con la que todos se protegen de una experiencia que, a la vez, les imanta y les aterra.

Son muy pocas, en cambio, las películas que, no conformándose con hacer de la locura el tema de sus argumentos, han afrontado de lleno la experiencia -inevitablemente brutal y descarnada- que la constituye.


Léolo es una de ellas: más allá de su argumento -por lo demás, en lo experiencial si no en lo anecdótico, esencialmente autobiográfico-, es su escritura misma la que afronta la experiencia radical de la locura, testificando así que la enunciación que la anima sabe de ella, la recorre y la elabora.

Y, así, inevitablemente, entronca con uno de los más acerados vectores del arte de nuestro tiempo: ese que emergiera con el romanticismo y que, tras impregnar en profundidad tanto al simbolismo como al naturalismo, alcanzó a las manifestaciones más expresivas de las vanguardias para instalarse, finalmente, en el ámbito de los espectáculos de masas -desde el psico-thriller y el cine de terror hasta el reality-show televisivo.

Nos referimos a ese que, desencadenado desde los tiempos de Sade y Goya -es decir, desde ese colapso de la Ilustración que desde entonces tiñe a la Modernidad con las sombras oscuras de su otra e inesperada cara, la Posmodernidad- no ha cesado de manifestar su presencia tanto en los espacios del arte como en los de los medios de masas: la experiencia de los límites de la razón; la de ese ámbito donde, huérfanos de los mitos que hasta hace no mucho la sostuvieran, la conciencia de nuestro tiempo se asoma al abismo de la locura.

Ahí, en ese umbral donde todas las sujeciones fallan -y donde, por eso, la angustia se dispara-, en el filo mismo de esa extrema navaja, se sitúa la voz que habla y la mirada que hace ver en Léolo.

Y, desde allí, este hermoso y terrible film nos devuelve la crónica de la lucha heroica de un ser que, a través de la escritura, trata de constituirse en sujeto para, así, escapar al abismo de la desintegración psicótica...

También ver Análisis fílmico de Leólo y un análisis sobre Familia y esquizofrenia en "Léolo".
Otras referencias: À propos de Léolo.

Cuestiones:
- Explica el sentido de esta frase que Léolo repite durante la película: "Porque sueño, yo no lo estoy".
- Explica la presencia de lo real (la locura de su familia), lo imaginario (Sicilia) y lo simbólico (la lectura y la escritura) en la evolución de Léolo durante la película.
- ¿Cómo describe Léolo a su familia? El miedo de su hermano Fernán, los delirios de sus hermanas, el "germen" inoculado por su abuelo en la familia... 
- ¿Qué papel juega Bianca y la sexualidad en la película? 
- ¿El origen de los problemas de Léolo es genético o proviene de su medio familiar y social?
- ¿Cuál es el papel del "domador de versos"? Explica la siguiente frase de la película:
“No intento recordar las cosas que ocurren en los libros, lo único que le pido a un libro es que inspire energía y valor. Que me diga que hay más vida de la que puedo abarcar, que me recuerde la urgencia de actuar. […] las palabras se amontonaban una sobre otra y requerían mucho esfuerzo de concentración para desvelar sus secretos. En casa nunca había visto a nadie leer o escribir. La tele y los carteles publicitarios invadían mi mente. […] Sólo encuentro momentos verdaderamente felices en la soledad”.

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