Ficha técnica: Título original: Léolo
- Año: 1992
- Duración: 107 min.
- País: Canadá
- Director: Jean-Claude Lauzon
- Guión: Jean-Claude Lauzon
- Música: Richard Gregoire
- Fotografía: Guy Dufaux
- Reparto: Maxime Collin, Gilbert Sicotte, Ginette Reno, Julien Guiomar, Giuditta Del Vecchio, Denys Arcand, Pierre Bourgault, Andrée Lachapelle, Yves Montmarquette
- Productora: Coproducción Canadá-Francia; Les Productions du Verseau / Flach Film / Le Studio Canal Plus
- Género: Drama | Infancia.
- Sinopsis:
- Léolo es un niño que vive en un humilde barrio de Montreal, atrapado en una sórdida existencia. Cada noche intenta evadirse por medio de los recuerdos, los sueños y su desbordante imaginación, pero la cruda realidad familiar interrumpe siempre sus fantasías: tiene un padre obsesionado por la salud intestinal de toda la familia, un hermano culturista que vive preso del miedo, dos hermanas que padecen trastornos mentales, un abuelo a quien nadie presta demasiada atención y una madre enorme que domina el microcosmos familiar. (FILMAFFINITY)
En clase, vamos a ver y analizar la película apoyándonos en el libro de Jesús González Requena y Amaya Ortiz de Zárate, Léolo. La escritura fílmica en el umbral de la psicosis, 1ª edición: Ediciones de la Mirada, Valencia, 2000.
Os dejo, a continuación, con el prólogo del libro:
Prólogo:
No son pocas
las películas que han escogido la locura como tema central de sus
argumentos. Pero, en la mayoría de los casos, todo ha quedado en eso: en
la construcción de narraciones sensatas, razonables, sobre personajes
locos. Relatos tan razonables, por lo demás, como los asesores
psiquiátricos y psicológicos que han colaborado en el proyecto -de
hecho, en las últimas décadas cierta doxa psicológica se ha entroncado
en el sentido común de la modernidad.
Ante ellas el
espectador, si atisba esa temática que tanto le intriga, sabe a la vez
que cuenta con las confortables garantías protectoras del discurso
sensato, concienzudamente psicológico, que todo lo explica y lo motiva:
todo resulta, así, acotado como patología del otro, el enfermo, ese ser
sin duda desdichado pero a la vez tan diferente a nosotros que lo
observamos -y de ese nosotros participan, sin duda, tanto los
espectadores como los cineastas, compartiendo unos y otros la distancia,
cauterizada por el discurso del buen sentido y de la psicología, que
nos separa del loco.
Sucede así
que la enunciación de esos films en nada participa de la locura que
describen: por el contrario, se convierte ella misma en la mejor
garantía de esa distancia con la que todos se protegen de una
experiencia que, a la vez, les imanta y les aterra.
Son muy
pocas, en cambio, las películas que, no conformándose con hacer de la
locura el tema de sus argumentos, han afrontado de lleno la experiencia
-inevitablemente brutal y descarnada- que la constituye.
Léolo
es una de ellas: más allá de su argumento -por lo demás, en lo
experiencial si no en lo anecdótico, esencialmente autobiográfico-, es
su escritura misma la que afronta la experiencia radical de la locura,
testificando así que la enunciación que la anima sabe de ella, la
recorre y la elabora.
Y, así,
inevitablemente, entronca con uno de los más acerados vectores del arte
de nuestro tiempo: ese que emergiera con el romanticismo y que, tras
impregnar en profundidad tanto al simbolismo como al naturalismo,
alcanzó a las manifestaciones más expresivas de las vanguardias para
instalarse, finalmente, en el ámbito de los espectáculos de masas -desde
el psico-thriller y el cine de terror hasta el reality-show televisivo.
Nos referimos
a ese que, desencadenado desde los tiempos de Sade y Goya -es decir,
desde ese colapso de la Ilustración que desde entonces tiñe a la
Modernidad con las sombras oscuras de su otra e inesperada cara, la
Posmodernidad- no ha cesado de manifestar su presencia tanto en los
espacios del arte como en los de los medios de masas: la experiencia de
los límites de la razón; la de ese ámbito donde, huérfanos de los mitos
que hasta hace no mucho la sostuvieran, la conciencia de nuestro tiempo
se asoma al abismo de la locura.
Ahí, en ese
umbral donde todas las sujeciones fallan -y donde, por eso, la angustia
se dispara-, en el filo mismo de esa extrema navaja, se sitúa la voz que
habla y la mirada que hace ver en Léolo.
Y, desde
allí, este hermoso y terrible film nos devuelve la crónica de la lucha
heroica de un ser que, a través de la escritura, trata de constituirse
en sujeto para, así, escapar al abismo de la desintegración psicótica...
También ver Análisis fílmico de Leólo y un análisis sobre Familia y esquizofrenia en "Léolo".
Otras referencias: À propos de Léolo.
Cuestiones:
- Explica el sentido de esta frase que Léolo repite durante la película: "Porque sueño, yo no lo estoy".
- Explica la presencia de lo real (la locura de su familia), lo imaginario (Sicilia) y lo simbólico (la lectura y la escritura) en la evolución de Léolo durante la película.
- ¿Cómo describe Léolo a su familia? El miedo de su hermano Fernán, los delirios de sus hermanas, el "germen" inoculado por su abuelo en la familia...
- ¿Qué papel juega Bianca y la sexualidad en la película?
- ¿El origen de los problemas de Léolo es genético o proviene de su medio familiar y social?
- ¿Cuál es el papel del "domador de versos"? Explica la siguiente frase de la película:
También ver Análisis fílmico de Leólo y un análisis sobre Familia y esquizofrenia en "Léolo".
Otras referencias: À propos de Léolo.
Cuestiones:
- Explica el sentido de esta frase que Léolo repite durante la película: "Porque sueño, yo no lo estoy".
- Explica la presencia de lo real (la locura de su familia), lo imaginario (Sicilia) y lo simbólico (la lectura y la escritura) en la evolución de Léolo durante la película.
- ¿Cómo describe Léolo a su familia? El miedo de su hermano Fernán, los delirios de sus hermanas, el "germen" inoculado por su abuelo en la familia...
- ¿Qué papel juega Bianca y la sexualidad en la película?
- ¿El origen de los problemas de Léolo es genético o proviene de su medio familiar y social?
- ¿Cuál es el papel del "domador de versos"? Explica la siguiente frase de la película:
“No intento recordar las cosas que ocurren en los libros, lo único que le pido a un libro es que inspire energía y valor. Que me diga que hay más vida de la que puedo abarcar, que me recuerde la urgencia de actuar. […] las palabras se amontonaban una sobre otra y requerían mucho esfuerzo de concentración para desvelar sus secretos. En casa nunca había visto a nadie leer o escribir. La tele y los carteles publicitarios invadían mi mente. […] Sólo encuentro momentos verdaderamente felices en la soledad”.
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